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El lector de manos

 
 
 
Los orígenes de la quiromancia El tema de la quiromancia (del griego queiro, mano, y manteia, adivinación), es mencionado en antiguos manuscritos indios y chinos de 3 000 años de antigüedad, así como en algunos jeroglíficos egipcios. También hay varias alusiones en la Biblia: por ejemplo, en el Libro de Job se afirma que «Dios sella la mano de cada hombre, para que todos los hombres puedan conocer su obra». También se habla de la quiromancia en manuscritos medievales europeos, que suelen vincularla con la astrología.
En algunos de estos manuscritos se cita la leyenda tradicional que narra la forma en que llegó la quiromancia a Europa: nada menos que de la mano de Aristóteles. Según esta leyenda, el filósofo visitaba Egipto y halló, en un altar dedicado a Hermes, un manuscrito redactado con letras doradas que trataba de la quiromancia; Aristóteles lo envió al más famoso de sus discípulos, Alejandro Magno de Macedonia. Otra tradición afirma que fueron los gitanos quienes, desde sus ambiguos orígenes asiáticos —se ha dicho que son descendientes directos de Abel— transmitieron a Occidente esta oscura sabiduría.

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